By Octavio de Jesús Mirabal Lora
He seguido tu rastro por días,
de repente lo tengo, de momento lo pierdo,
al instante ya no estás,
es tan difícil de tus entrañas obtener la base de este llanto
que se amotina a tus fronteras.
Vencido aun no, en tus juegos devoradores
de la estela fatal que se derrumba cuando
te engríes con tus caprichos.
Derrotada es que te apaciguas en los brazos que hoy rechazas
y que se mueren por sostenerte.
¡Vamos! ¿Cuándo será que verás la luz que rehúsas?
No creo que sea ahora, no, no es así.
Mira, observa el espejo, detente,
y sabrás como el tiempo aprisiona tus pliegues.
¿Crees que podrás escapar?
Sólo dame la opción traicionera de la duda
que desde remotos días siento.
Nada, no lo noto, no es como osas querer que sea,
no en esta ocasión, retírate mientras puedas.
Valga ante ti las palabras que nunca sabrás,
mas bien, si lo anhelas, viciado como estoy,
destruiré el lamento que casi formas.
Ojala tengas la dicha de pasar por este rumbo algún día,
ahí estaré y lo sabes, permaneceré aletargado
hasta el día de tu descenso.