En el orgasmo de mi soledad estoy desviado en el espacio confundido de tus gemidos inconclusos, dados por la triste incongruencia de la mirada desviada y apacible que una vez brindabas a mis ojos.
Las aves del olvido vuelan en tu cielo, el árbol marchitado por tu orgullo, el niño bizarro llora porque te has ido, y tú, aún no despiertas.
Surcos remotos en las grietas de mi alma y sin servirte de inspiración como una vez fui, te retraes, te alienas, te postras, te ofreces sin pensar, bailas, tambaleas, mueres.
Sí, a mis brazos otra vez, no, hay dudas también donde hubo “esa seguridad” que interpretabas a tu manera. ¿Cuántos? No lo sé, tal vez seré o es que ya no soy, sin embargo sigo, continúo y tú en tu mundo vacío.
¿Qué buscas? ¿Qué ansías? ¿Qué anhelas? Sólo la respuesta búscala en tu corazón, si se puede llamar así en este instante, ahí probablemente lo encuentres, pero como lo has vendido, quizás ya no lo sabrás nunca jamás.